La primera vez que Fertilidad Integral le abrió sus puertas, María entró como paciente. Ahí, encontró una clínica cálida y cercana que no se parecía a ningún otro espacio de salud que había visitado, y quiso quedarse para siempre. Aún transitando su tratamiento, empezó a colaborar con la clínica como navegadora. Anteriormente, se había desarrollado en la industria restaurantera y cuenta con certificaciones tanto del Centro de Estudios Superiores de San Ángel ––como profesional asociada en Administración de Restaurantes––, como de la Universidad Anáhuac en alianza con Le Cordon Bleu.
Cuando llegó a FI encontró su lugar: uno en el que no la hacían sentir como un número más. Nadie conoce como María la montaña rusa de emociones que se pueden experimentar durante una travesía de fertilidad, y por eso se asegura de que sus pacientes sepan que está ahí para ayudarles. A sus 40 años, todavía le encanta armar Legos, pero reconoce que sus pasatiempos han cambiado desde que su bebé llegó a este mundo.
Previo a la realización de cualquier tratamiento es necesaria la valoración de un profesional de la salud.
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